Sí, espero que el 2.0 desaparezca. No el fenómeno tal cual, ni la tecnología, pero sí lo que tiene de moda y de expectativa desbocada. Es lo mejor que nos puede pasar a los que de verdad creemos en las posibilidades de la Web 2.0.
“Cuando el dedo señala la luna, el tonto mira el dedo”. Inconscientemente, es lo que nos ocurre cuando se trata de nuevas tecnologías. Nos dejamos deslumbrar por la herramienta y olvidamos su propósito. Olvidamos que lo importante es lo que hacemos con ella.
Y, a fuerza de centrarnos en la novedad tecnológica, concentramos el foco en la parte del fenómeno más superficial, frívola y pasajera… Es decir, lo tratamos como a una moda hasta que conseguimos que se convierta en una. Y, claro está, una moda por definición tiene fecha de caducidad en un futuro próximo. Es de usar y tirar.
Ya lo ha dicho Seth Godin hace poco: tres hurras por todo lo que se declare “muerto”. Los blogs, las RSS, Twitter… Porque eso significará que ya no está de moda, la burbuja ha estallado y esos instrumentos han perdido el brillo de la novedad. Es, por fin, la ocasión de trabajar con calma y el silencio, como se debe. El momento de comprobar qué contribución valiosa puede sacarse de las innovaciones técnicas.
Yo soy uno de los que cree en el 2.0 y está convencido, sin embargo, de que vivimos en una burbuja dospuntocentrista. La prueba del algodón: los únicos que hacen dinero de verdad con el 2.0 ahora mismo son los que dan clases sobre cómo hacer dinero con el 2.0. La capacidad de generación de ingresos de la Web 2.0 es como el valor de los antiguos reclutas: se le supone. Y se supone que genera dinero fácil, rápido y abundante. ¿Quién dijo que el paraíso no existe?
Es un poco triste mirar por la ventana para ver miseria cuando lo que echan en tu televisor es tan hermoso. Pero, si lo haces, comprobarás que las ofertas de community manager significan “becario que actualiza el Facebook” y que el 99% de las empresas no saben, sencillamente, qué hacer con Internet. No hablo de la Web 2.0. Hablo de la 0.0, de la de los noventa. “¿A cuanto el banner?” Sí, se oye aún.
Otro síntoma es la invasión de gurús. Por definición, no puede haber más de un par de “máximos expertos” sobre algo en un país. Porque ser el “máximo experto” número 167.229 en la lista de “máximos expertos” es, simplemente, ser demasiado estúpido como para borrarse del ránking.
Tampoco entiendo bien cómo un fenómeno de 4-5 años ha dado tiempo a algunos a convertirse en “especialistas”. He conocido premios Nobel que decían comprender “algo” del campo en que llevaban treinta años trabajando. Se ve que estos fieras son una nueva superraza de cerebritos. La otra alternativa es que sean los listillos de siempre.
En momentos así, vuelvo a recomendar siempre la lectura íntegra del mismo artículo: Mobuzz, Dans y la economía de la cancamusa. Pese a que su bilis puede hacer la lectura indigesta a estómagos sensibles, el autor sólo evoca a los clásicos más clásicos de la gestión empresarial: amigo, o tus ingresos superan a tus gastos, o no tienes modelo de negocio, ni éxito, ni futuro, ni nada. Por muchas lentejuelas que brillen en tu americana.
Algunos extractos breves, a modo de chupito:
La cancamusa es la razón por la que los pisos nunca bajan, los sellos se revalorizan un 400% al año y el crecimiento exponencial es perpetuo. La cancamusa es esa parte de la ecuación que cuando se elimina, uno lo ve claro y concluye: “cojones, esto es un timo”.
El éxito no es sacarle unos millones al inversor; el éxito es devolverlos y que nos sobre pasta, que nuestro trabajo y talento se hayan traducido en ganancias.
Muchos (malos) emprendedores piensan que el triunfo consiste en llegar los primeros. No señores, el triunfo consiste en hacerlo lo suficientemente bien.
¿Cuánto de todo esto es aplicable a la fiebre 2.0 de hoy? Demasiado.
Yo soy optimista, ojo: creo que hemos asistido a una redistribución del poder que ya no puede deshacerse, a un cambio en las relaciones marca-cliente que no volverá atrás. En general, ha nacido una nueva era gracias a una serie de avances tecnológicos que ya no podrán desinventarse, mal que les pese a algunos. Pero una nueva era o una nueva sociedad, ¿significa un nuevo sector económico?
Igual que soy optimista, soy realista: el 2.0 aquí y ahora no alimenta a todas las bocas que aspiran a vivir de él (y vivir bien, claro). Sobran expertos y prisas; falta humildad y trabajo del “no sexy”. Por ejemplo, echo menos la labor de medición y monitorización del retorno. Decir “no se puede medir” o “es muy antiguo hablar de ROI” es cancamusa.
Por eso me acuerdo mucho de ese artículo y de una de las frases con que concluía, allá por 2008:
En breve todos los charlatanes habrán quedado en evidencia y no nos la volverán a dar con cancamusa.
Pobre Fuckowski, él sí que era un optimista. Pero espero que su profecía su cumpla, aunque sea tarde, y al fin se vea lo desnudos que van casi todos los emperadores. Así morirá el 2.0 como moda y podrá empezar de verdad su época dorada.